SERGIO ÁLAVA
HIPNOTERAPEUTA
COMPORTAMENTAL

Hace 30 años, la curiosidad —y la simple necesidad de dormir mejor— me llevaron de casualidad a adentrarme en el mundo de la hipnosis. Por aquel entonces no sabía que algún día tendría una habilidad poco habitual y muy útil para los demás.
Hoy, soy Sergio Alava, y si vienes buscando soluciones convencionales y mediocres, lamento decirte que estás en la web equivocada.
La historia de mi habilidad inusual
El de las fotos evidentemente soy yo, yo con barba, en un día de invierno que mi mujer, mi hija y yo pasamos en la playa, nos gustó la luz e hicimos unas fotos para la web.
Lo cierto es que no suelo llevar barba, ahora no la llevo, el motivo de esa barba fue para un disfraz de carnaval que quedó brutal y como me gusta verme con barba (¿quién no es un poco egocéntrico de vez en cuando?) pero no llevarla pues ahí están las fotos.
Te hablo de mi habilidad inusual, que no, no es la de hipnotizar gente, eso es realmente sencillo; más de sencillo de lo que puedas pensar.
La habilidad de la que te hablo tiene más que ver con qué hacer una vez que la persona está en eso que llamamos hipnosis.
Arriba pongo que soy Hipnoterapeuta Comportamental y tu seguramente te estés preguntando qué demonios es eso y por ello te lo voy a explicar como lo entiendo yo. Hipnoterapia es terapia hecha con la ayuda de la hipnosis, lo que quiere decir básicamente que habrá tantos estilos de hipnoterapia diferentes como hipnoterapeutas haya en el mundo. Menudo lío, ¿eh?
Comportamental, la guinda del pastel. Según lo veo yo (que podría estar equivocado), todo lo que hacemos, pensamos o padecemos (a nivel mental y en gran parte a nivel físico) es consecuencia de nuestros comportamientos ya sean mentales o físicos.
Y no te voy a engañar soy un friki y tiendo a ser un friki. Cuando algo me gusta, le pongo ganas, entusiasmo y pasión queriendo ser todo lo bueno que pueda ser. Es decir, me paso la vida compitiendo conmigo mismo por mejorar mis resultados.
¿A qué viene esto? Pues a que el comportamiento humano me alucina y me apasiona desde hace muchos años. Ya sabes, eso de intentar entender por qué hacemos las cosas que hacemos o no hacemos las que no hacemos. O por qué a unas personas les van mal ciertos comportamientos mentales y a otras no tan mal.
Fíjate si soy friki en esto que he pasado (aún lo hago) horas y horas en terrazas, cafeterías e incluso paseando por la calle fijándome en personas al azar (puede que me haya fijado en ti, a saber).
Bueno, en realidad empecé en C.O.U (si eres de este siglo, era el curso final del instituto, el previo a la universidad). Mientras el profesor de turno daba su clase yo solía fijarme en las expresiones así como en las posturas corporales de algún compañero o compañera.
Simplemente elegía uno o una al azar y lo escrutaba.
Tampoco te voy a mentir aquí, la mayoría de las veces era muy divertido. Porque la gente pone (ponemos) caras muy raras en diferentes situaciones. Te invito a que lo hagas a modo de ejercicio, seguramente te diviertas un rato.
A medio curso, me sabía de memoria las expresiones de los otros 48 alumnos/as y empecé a rizar el rizo, por variar y no aburrirme, supongo. Buscaba prever el siguiente movimiento. Ya sabes, cuándo una chica se iba a colocar la melena detrás de la oreja o cuándo un chico se iba a estirar para bostezar, cosas de esas.
Fantaseaba, con averiguar qué pasaba por sus cabezas en función de lo que hacían con su cuerpo. Saber si estaban atendiendo o si estaban en otro planeta. Como no tenía forma de saberlo, empecé a preguntarles.
«Oye Vero, antes en clase de mates estabas en la inopia ¿no?»
Preguntas así, que cada vez acertaba más (sospecho que aveces me mentían para no sentirse vulnerables).
Por esa época empecé con la auto-hipnosis y te adelanto que no tenía ni pajolera idea de que lo anterior se podía unir de manera magistral con el uso de la hipnosis. Eso lo descubrí muchos años después de casualidad adiestrando a mi perro, un Rottweiler. De Hassan aprendí más sobre comportamiento que de muchos manuales o libros especializados. Supongo que te habrás quedado como me quedé yo cuando esa bombilla se encendió en plan «EUREKA«. Luego te lo cuento.
Te habrá pasado innumerables veces que estando con alguien que conoces bien sabes qué movimiento va a hacer justo antes de que lo haga, o qué va a decir antes de que lo diga. O mejor aún que decís justo lo mismo y a la vez. Esas corazonadas que interpretamos como «casualidades» en realidad son conocimiento fruto de la pura observación. Aunque es observación a nivel inconsciente (nos pasa inadvertida) la mayoría de las veces, no deja de ser observación y por lo tanto aprendizaje que se transforma en conocimiento.
Pregunta a un policía de tráfico cómo sabe si alguien va «tocado» por unas cervezas de más, sólo con mirarle a la cara. O a una enfermera de pediatría que de un vistazo nota un raro síndrome en un bebé por un pequeño gesto. O a un pescador que de un vistazo al mar te dice si es un buen día o no para faenar.
Estamos rodeados por auténticos maestros en todos los ámbitos de la vida.
De hecho tu tienes tu maestría particular en algo. Destacas en algo seguro y puede que ni te hayas dado cuenta. Saca partido de ello o al menos disfruta de ello.
Hassan. ¡Que perro! Madre mía, todo lo que aprendí de él. Enseñé a Hassan a sentarse en el ascensor de mi casa en Bilbao. Bilbaíno de nacimiento, por si no lo sabías. Nací en una maternidad que había justo al lado del antiguo estadio de San Mamés y de la que se rumoreó sobre bebés robados. Mi madre siempre dijo que intentaron darle otro bebé en vez de a mi. Ya sabes, los ojos azules se cotizaban más.
Tonterías aparte, me fijé que de forma automática Hassan entraba al ascensor y se sentaba. Así que, yo que no había leído nada de condicionamiento clásico, ni operante, ni historias en vinagre, por alguna razón que desconozco empecé a decirle que se sentara antes de que empezara a bajar su culo hacia el suelo.
Evidentemente el perro lo hacía porque ya tenía el automatismo creado. Ascensor, sentarse. Pero oh maravilla, maravillosa. A base de decir el comando «sienta» cada vez que se posicionaba en el ascensor, descubrí que al decir «sienta» en cualquier otra situación el perro se sentaba. Así que decidí que le pondría nombre a todo lo que el perro iniciase por su cuenta de forma rutinaria.
Sacudirse el agua cuando lo bañaba en la bañera y poner el baño pringado hasta el techo se denominó «sacudete». Tumbarse en «tumba», gruñir en «gruñe», hacer pis en «pis». No te puedes hacer una idea el tiempo que ahorra esto último en el paseito de las 12 de la noche cuando tu perro quiere darse un garbeo adicional y tu sólo piensas en dormir.
Bueno resulta que esto, hoy en día, lo puedes encontrar en cualquier manual de adiestramiento canino, pero en 1995 a mí ni se me había pasado por la cabeza buscar algo parecido (no existía Google).
Es posible que si eres una persona normal estés pensando: ¿qué demonios tiene que ver eso con su dichosa habilidad?
Pues resulta que mucho. Al observar todo aquello y trasladarlo a las personas, con muchos fallos y meteduras de pata por el camino, para qué negarlo si fue así. Entonces empecé a emparejar (no sé si es el término adecuado) mis órdenes, sugerencias, comandos o lo que fueran con el momento en que pensaba que la persona iba a hacer «X» y empezó a funcionar.
¿Control mental? Ni por asomo. Más bien anticipación y sincronización (esta es la palabra que buscaba antes). Lo que es de una ayuda inestimable al ayudar a alguien a entrar en un estado de relajación muy profunda (nunca antes has llegado a un estado parecido, creeme).
¿Pero no decías que tu habilidad inusual no es hipnotizar personas?
Y no lo es, pero se me da muy bien, también te digo.
Mi habilidad la descubrí muchos años después de esto. Supongo que fue el proceso lo que me llevó de un punto a otro.
Esa habilidad poco frecuente trata de cuando alguien, que tiene un problema, acude a mi y ya está en ese maravilloso estado de concentración al que accedemos mediante la hipnosis.
En ese estado y tras previamente haber hablado y preguntado diversas cosas a la persona de algún modo sé la dirección que tengo que tomar y lo que debo decirle al subconsciente de esa persona en concreto para que el problema desaparezca.
Por supuesto no he alcanzado la perfección y supongo que nunca lo haré. De hecho espero y deseo no hacerlo.
Me explico:
Actualmente mi trabajo alcanza el objetivo del cliente en torno al 97% de las veces. Dicho de otro modo, el 3% de las veces fracaso.
¿Y dices que quieres seguir fracasando ese 3%?
En cierto modo sí. ¿Recuerdas que soy un friki? Pues bien, ese 3% de fracaso me mantiene estudiando, investigando y desarrollando nuevos métodos y técnicas. Estudio cada día del año. Da igual si es domingo o cualquier otro día.
Para que veas el punto de mi obsesión te voy a contar algo que pasó hace un par de años, cuando mi hija tendría 8 años.
Viene toda seria hacia a mi y me pregunta:
Papá, ¿tu quieres mas a tus libros que a mamá y a mi?
Imagínate mi cara. No hija, ¿cómo puedes pensar eso?
Pues porque estás estudiando y leyendo a todas horas.
Intenté explicarle la importancia del estudio constante en mi trabajo (como en muchos otros) y de como me apasiona lo que hago. Supongo que lo conseguí, aunque de cuando en cuando me suele pinchar en la misma dirección y debo aparcar la lectura y hacerle caso. Por que claro, ella es mucho más importante.
Me encanta escuchar las historias que me cuentan mis clientes (me encantan las historias) porque esos relatos dibujan lo que les ocurre y por qué les ocurre.
Mira, hace unos años un cliente me contó que tenía un problema de equilibrio (es algo que últimamente veo muy frecuentemente) que le impedía casi mantenerse en pie cuando la ansiedad le atacaba y llevaba así más de 2 años con todo lo que aquello conllevaba en su día a día.
Yo no había tratado nada como aquello antes, pero tras hablar extensamente con él me vinieron a la mente 3 enfoques posibles.
Había sufrido una importnte pérdida personal (duelo) además de situaciones estresantes en el trabajo.
No fue el primer enfoque el que solucionó el problema, ni el segundo. Todo se arregló tras la tercera sesión.
Si te fijas no he dicho que fuese el tercer enfoque el acertado, sino tras la tercera sesión cuando recuperó su equilibrio normal.
Ya que estoy convencido de que fue la suma de las 3 aproximaciones la que hizo el efecto deseado. Y lo estoy porque lo he visto muchas veces después de aquella.
A veces sueño soluciones acertadas
Cuando trabajo con cada cliente me obsesiono (recuerda que soy un friki) con la problemática y las características del caso, al punto de que, muchas veces, sueño soluciones. Sí como lo oyes. ¿No te ha pasado nunca que te despiertas en mitad de la noche con la solución a un problema que te traía de cabeza?
Pues a mi me pasa constantemente. Tanto que cada vez que ocurre me levanto cojo el móvil y escribo en una nota la síntesis de la idea, para evitar olvidos, que eso también me ha ocurrido.
Testimonios
No te pido que me creas sin ver resultados.
Permíteme compartir algunas voces de quienes se atrevieron a dejar las excusas y apostar por una transformación radical:











¿Cómo trabajar conmigo?
Fácil, pagando que no vivo del aire
Cada mes admito sólo 20 clientes nuevos e individuales, ya que es el número mágico que me permite estudiar nuevos casos, hacer seguimiento a los anteriores y finalizar los terminados.
Trabajo de lunes a viernes de 8 am a 8 pm y no, no trabajo sábados ni domingos.
El equilibrio para un rendimiento óptimo necesita del correspondiente descanso. Espero que lo entiendas.
Para saber si podré ayudarte con tu problema, hazte esta pregunta:
¿Hay algún comportamiento mental o físico que sea el responsable de lo que me ocurre?
Si la respuesta es un sí, entonces puedo ayudarte. El comportamiento es lo mío.
Envíame un Whatsapp y exponme lo que te sucede, desde cuando lo padeces… Dame toda la información que pienses que es importante (porque si lo piensas es que es importante para ti) y te responderé tan pronto pueda. Siempre respondo.
