Falta de empatía

Falta de empatía

El Caso de Juan A.: Una Transformación Profunda en Sólo Cinco Sesiones

Falta de empatía. Hace un año, mi camino se cruzó con el de Juan A., un ingeniero aeronáutico de 39 años de Alicante. Cuando llegó a mi consulta, lo hizo con una mezcla de escepticismo y resignación. En sus propias palabras, no creía necesitar ayuda: «No veo el problema. Soy así, y así he sido siempre. No tengo la necesidad de socializar ni de conectar con los demás.» Sin embargo, detrás de su aparente conformidad había tensiones familiares que no podía ignorar. Su esposa, preocupada por la desconexión emocional de Juan, había insistido en que buscara apoyo.

Quiero compartir esta historia porque representa un ejemplo poderoso de cómo incluso las personas más racionales y autosuficientes pueden descubrir nuevas formas de vivir más conectados.

El Problema Inicial: Falta de empatía

Cuando conocí a Juan, sus palabras reflejaban lo que muchas personas tienden a confundir con fortaleza emocional: la idea de que la autosuficiencia es la clave para una vida sin complicaciones. «Yo no necesito a los demás para estar bien,» me decía con tranquilidad. En cierto modo, tenía razón: no todos necesitamos el mismo nivel de interacción social. Sin embargo, en el caso de Juan, esa desconexión había comenzado a generar fricciones.

Su esposa sentía que vivían vidas paralelas, compartiendo una casa pero no un proyecto común. Las discusiones surgían cada vez que ella proponía salir con amigos o invitar a conocidos a casa. Según Juan, esas actividades le parecían una pérdida de tiempo. «No entiendo por qué es necesario. Estoy feliz con lo que tenemos,» decía, pero en realidad su “felicidad” estaba afectando a la estabilidad de su relación.

Además, su forma de relacionarse en el trabajo reflejaba un patrón similar. Aunque sus colegas lo respetaban por su habilidad técnica y su precisión, Juan no era percibido como alguien accesible o colaborativo. Esto le cerraba oportunidades de liderar proyectos y generaba la impresión de que prefería trabajar en solitario.

El Primer Paso: Entender el Contexto de la Falta de empatía

En nuestra primera sesión, no intenté convencer a Juan de que su forma de ser era incorrecta. En lugar de eso, me concentré en explorar su percepción y en ayudarlo a ver cómo su actitud estaba moldeando su vida. Utilicé una metáfora que resonó con su profesión:

«Imagina que tu vida es un avión. Cada sistema en el avión —los motores, la navegación, los controles— tiene su papel y debe trabajar en conjunto para que el vuelo sea seguro y eficiente. Si un sistema decide operar por su cuenta, el avión sigue volando, pero con menos estabilidad y más riesgo de problemas.»

A través de esta analogía, Juan empezó a comprender que su “sistema de conexión emocional” no estaba funcionando en sintonía con el resto de su vida. Esto no significaba que él fuera defectuoso, sino que había aprendido a operar de una manera que, aunque funcional, no era óptima.

Sesiones

Sesión 1: Identificar los Patrones de la Falta de empatía

El primer paso fue reflexionar sobre los patrones que habían llevado a Juan a esta situación. Hablamos de su infancia, donde destacó cómo siempre había sido un niño independiente, prefiriendo resolver las cosas por sí mismo en lugar de pedir ayuda. Esta independencia lo había beneficiado en su carrera, pero también lo había llevado a ver las relaciones como algo secundario.

Un ejercicio clave fue hacerle observar las dinámicas en su entorno. Le pedí que tomara nota de situaciones en las que otras personas mostraban empatía o buscaban conectar emocionalmente. Este simple ejercicio fue un primer paso para despertar su conciencia sobre la importancia de las relaciones humanas.

Sesión 2: Practicar la Empatía

En esta etapa, introdujimos ejercicios prácticos de empatía. Uno de los más reveladores consistió en pedirle que, en lugar de enfocarse en lo que alguien decía, intentara imaginar qué podía estar sintiendo esa persona. Fue un desafío para él, pero poco a poco comenzó a ver las interacciones humanas de una manera diferente.

«Es curioso,» me comentó, «nunca me había parado a pensar en lo que puede estar pasando por la mente de otra persona. Me doy cuenta de que siempre he asumido que lo que dicen es todo lo que hay.»

Sesión 3: Mejorar la Relación de Pareja

El siguiente paso fue aplicar lo aprendido en su relación con su mujer. Aquí le propuse pequeños cambios: mostrar interés genuino por su día, escuchar sin interrumpir y participar en actividades que ella disfrutara, incluso si no eran de su interés inicial. Al principio, estos cambios le parecían forzados, pero pronto descubrió que tenían un impacto positivo inmediato.

Una noche, organizó una cena sorpresa para su mujer, algo que jamás había hecho antes. “No fue nada complicado,” me dijo después, “pero ver su cara de felicidad me hizo sentir algo que no había experimentado en mucho tiempo.”

Sesión 4: Ampliar el Círculo

Juan no solo quería mejorar su vida en casa, sino también en el trabajo. En esta sesión trabajamos en cómo podía fortalecer sus relaciones con colegas y viejos amigos. Propusimos objetivos específicos, como invitar a un compañero a tomar un café o retomar contacto con un amigo que no veía desde hacía años. Cada pequeño paso lo ayudó a construir una red más sólida y significativa.

Sesión 5: Consolidar el Cambio

La última sesión se centró en consolidar los avances. Juan llegó con una sonrisa diferente, más abierta y segura. Me contó que, por primera vez en años, había organizado una cena con amigos de la universidad y que incluso había disfrutado de la experiencia. Además, en el trabajo había notado que sus colegas respondían de manera más positiva a su disposición para colaborar.

El Resultado

Hoy, un año después, Juan es un hombre diferente. Su relación con su esposa ha florecido, su círculo social se ha ampliado y su vida profesional se ha enriquecido. Pero lo más importante es que él mismo ha cambiado su perspectiva.

Me escribió recientemente para decirme algo que, en mi opinión, resume su transformación: “Antes pensaba que las relaciones eran una carga. Ahora entiendo que son el combustible que te ayuda a volar más alto.”

Si tú también sientes que algo falta en tus relaciones, te animo a reflexionar sobre tu propio “sistema de vuelo.” Nunca es tarde para abrir nuevas rutas y descubrir que la verdadera fortaleza está en conectarnos con los demás.

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Sergio Álava
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Experto en comportamiento
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