Mail diario #17
Ahora mismo, si eres un tío, seguramente haya captado tu atención, aunque sea un poco. Y si no eres un tío seguramente también, aunque sea sólo un poco.
En este capítulo de mi vida, te voy a explicar como la perspectiva y la memoria nos pueden jugar malas pasadas. Tan malas que nos metemos en ansiedades y depresiones, que literalmente ni puta falta que nos hacen.
Pero antes te explico lo de las tetas de Yoli. ¡Qué tetas!
Cuando yo era un crío de 9 ó 10 años (y antes también, pero hoy nos interesa más esa etapa concreta de mi vida) pasaba mucho, mucho tiempo en casa de nuestra vecina del 5º G.
Evidentemente yo vivía con mi familia, mis padres y mi hermano pequeño. Pero, mis padres tenían varios negocios de automóviles y digamos que pasaban poco tiempo en casa. Por lo que nuestra vecina del 5º G hacía las veces de niñera.
Nosotros vivíamos en el 4º G, así que era subir un piso y entrar en casa de Filo, de Filomena. Mira que tengo contactos en mi agenda (4.649 hoy) y que conozco gente de aquí y allí, pero no tengo ninguna Filomena, aunque eso da lo mismo, la verdad.
De Filo recuerdo que era una mujer grande, un poco metida en kilos (mucho seguramente), que siempre iba con unos camisones amplios, que era ama de casa, que tenía dos tetas enormes (es quedarse muy corto), que era rubia, que tendría 50 años y que tomaba aspirinas para todo.
Aspirinas para todo, por propia prescripción y mínimo una al día. Los de Bayer debían de haberla hecho embajadora. Ya no recuerdo todas las bondades que ella predicaba de la aspirina, pero en mi casa había de las 2. De la de adultos y la de niños, sí esa que prohibieron.
Filo era ama de casa, que era lo normal en los 80 y estaba casada con Jose, un carpintero ebanista serio y de pocas palabras; con pelo canoso y creo que con entradas amplias. Pero esto no lo recuerdo bien (y es importante que no lo recuerde).
Filo y Jose, tenían una hija. Yoli. La chica tendría unos 20 años, no tengo una idea clara de eso y acuérdate de esta inexactitud porque es muy importante para entender lo que quiero que tengas en cuenta.
¿Qué recuerdo de Yoli? Pues veras: Que me ayudaba a hacer los deberes, que intentó (sin éxito) enseñarme a dibujar, que tenía el pelo largo, liso y rubio. Que tenía las tetas. Sí, las tetas de mi fijación en aquellos años (no había otras) y que tenía los ojos de color…
No tengo ni idea de qué color tenía los ojos Yoli, que hace poco caí en la cuenta de que se llamaría Yolanda. Acuérdate de que no recuerdo el color de sus ojos. Es muy importante.
Yoli tenía un novio que entraba en su casa a todas horas y a mí no me importaba. No era celoso. Era un tipo majo, grande, moreno, hacía kárate y se llamaba Julio José o puede que Jose Julio. Ya sabes, es importante.
Julio (o Jose, como prefieras) era mi prototipo de yo futuro, por todo lo anterior y porque tenía una señora moto. La moto de mis sueños en aquel entonces y la mejor moto que se podía tener. Al menos según mi criterio de aquellos años, en que no sabía nada de motos.
La moto era una Yamaha SR250 Special. Busca si no sabes cuál es y verás que es la moto que llevaban los mensajeros de Seur. Nada del otro mundo, pero fiable para ir al infierno y volver.
Julio, me contaba unas historias increíbles, que me dejaban con la boca abierta y que hoy sin recordarlas (es importante) sé que eran pura ficción para entretenerme.
Ah sí. Acabo de acordarme de que Julio tocaba la guitarra. No en un grupo ni nada de eso. Tocaba los domingos en la iglesia. Hasta eso me molaba de Julio, ya que por aquel entonces mis padres me obligaban a ir a misa y ya puestos, pues mejor ir con Yoli y Julio.
Y ¿qué más puedo decirte de Yoli? Pues que era guapa o debía de serlo, pero la verdad no me acuerdo de su cara (es importante), como no me acuerdo de su figura, de su altura, ni de su culo. Creo que el culo de las chicas, no era importante en aquel entonces y fue ganando importancia a lo largo de los años (para mí, no para el mundo).
¿Pero sabes lo peor, lo peor de todo?
Seguramente lo has adivinado, si has prestado atención. Que no me acuerdo ni de sus tetas. Como te lo digo.
Sé que eran importantes para mí. Vaya si lo eran. Pero se ha quedado en un ideal y no sabría decirte si eran una 85 o una 110. Ni si llevaba escote o si no lo llevaba. No tengo ni idea y todo esto es muy importante.
En algún otro sitio te he dicho que no te fíes de tu memoria, porque no es de fiar. Es un mal bicho (muchas veces, al menos). Un mal bicho que te hace creer cosas que no son verdad o que no lo fueron.
Si hoy tuviera que describir con precisión las caras de Jose, Filo o Yoli, no podría. Como tu tampoco podrías hacer un ejercicio parecido con personas de tu niñez.
Sí podrías reconocerlos en una fotografía, pero también podrían jugártela poniéndote a personas parecidas (se ha hecho muchas veces en experimentos). Nuestra memoria rellena huecos, idealiza situaciones, creencias, conceptos e incluso ideales.
Por lo que quiero que entiendas, que muchas veces nos ponemos limitaciones (mentales), por creencias instauradas en nuestra memoria. Esas limitaciones se pueden llamar ansiedad, estrés o su prima del pueblo la depresión.
¡No te fíes de tu memoria!
Y sí, te cuento todo esto, porque con mi rara habilidad y accediendo a tu subconsciente podemos liarla muy grande y hacer que consigas tus objetivos y darle una patada en los huevos a la parte de tu memoria que te está machacando.
Puedes escribirme a mi Whatsapp o Mail y hablarme de tus objetivos.
Buenas noches
