Mail diario #2
Ponte en situación de imaginar e imagina.
Imagina que tienes 10 años y estás pasando el día con tu padre en el monte. Pongamos que es 12 de octubre, día del Pilar, porque tiene su importancia en esta historia.
El día es frío y caminas por el medio de un hayedo, crujiendo las hojas al caminar, mientras el viento mece las copas de los árboles y llena el vacío del silencio con esa melodía relajante. Esa que has escuchado tantas veces.
Deben de ser como las 10 de la mañana, porque es la hora del bocadillo. Los días de montería se madruga. Sí perdona, estás de montería, porque tu padre es cazador y a ti te encanta acompañarle.
Muy cerca de donde estás hay un enorme tronco caído que va a hacer las veces de banco. Te sientas junto a tu padre y del zurrón de tu chaqueta sacas un enorme bocadillo. Enorme para tu edad, al menos. Es tu bocadillo favorito, así que imagínalo.
Mientras disfrutas del bocadillo, del sonido, de la paz y de la ausencia de conversación, aparece tu perro. Sí tienes un perro, es el típico perro de orejas largas. Esos que se usan en las monterías, por su extraordinario olfato, por su tozudez y por su ladrido potente que avisa de cuando llevan un rastro por delante.
El perro se llama Lor. Se acerca a vosotros dos con poca o ninguna esperanza de conseguir alguna migaja y tras darse cuenta de que tienes el hambre suficiente como para no regalarle nada se pone a dar vueltas por la zona.
Mientras comes lo sigues con la mirada, al fin y al cabo es tu perro. Y ves como se detiene a unos 25 metros junto a lo que parecen unas ramas caídas. No le das importancia, de momento. Pero cuando los minutos pasan y Lor sigue en el mismo sitio, tu curiosidad se aúna con tu fantasía y decides ir a «investigar».
-Parece que Lor está comiendo algo- Le dices a tu padre, para justificar alejarte de él.
Tu padre lo mira de reojo y sigue con su bocadillo enorme, más enorme que el tuyo.
Cuando llegas donde Lor, te lo encuentras rumiando algo, pero no aciertas a saber qué es. Las hojas cubren lo que sea que le esté gustando al perro. Pero de pronto algo que no debe estar en el monte aparece.
-Papá, aquí hay unas botas- dices un tanto sorprendido. -Y unos pantalones- Tu padre no se sorprende de que alguien haya tirado ropa en el monte. Eran los años 80, también te digo. -También hay una camisa- (de cuadros de leñador, para ser más exactos).
De pronto el puzzle de tu cabeza se disipa. Ya sabes, cuando ves algo o a alguien conocido en un entorno donde no suele estar, las cosas tardan unos segundos en tener sencillo.
-Papá, la ropa está en orden.
-¿Cómo que en orden?- dice tu padre sin entender tu pobre explicación.
-Botas, vaqueros (los pantalones), y camisa. Esto es un tío- terminas aclarando.
La escena se clarifica más en tu cabeza y ves que lo que Lor degusta con devoción es la rodilla derecha que se ve blanquita y jugosa asomando por la rotura del pantalón.
Cuando tu padre llega le aclaras el punto más importante del hallazgo: -No tiene cabeza.
Lo siguiente es llamar a los demás para informar del acontecimiento. Justo después de explicarle a Lor que la rodilla del difunto debe quedarse con su cartílago y lo que quede. Ten en cuenta que son los 80 y no había móviles, por lo que el método de comunicación es el tradicional a grito pelao.
Un rato después llega el jefe de cuadrilla hasta vosotros. Sudando y bastante preocupado. Preocupado hasta que ve la ropa sin cabeza y se le evapora la tensión.
-Pensaba que era uno de los nuestros, ¿a qué vienen esas prisas, este no se iba a ir a ningún lado?
En ese momento, lo que dice el recién llegado te parece un tanto lógico.
Lo siguiente que hacen los adultos es tratar de avisar a la Guardia Civil y una hora más tarde aparece en el lugar un capitán regordete y lleno de arañazos por gentileza de la maleza. Sí, la zona era un tanto abrupta.
-¿Podríais hacerme el favor y bajar el cuerpo al pueblo? Es el Pilar y tengo a todo el mundo de fiesta- Aclara (ya te había dicho que era importante).
-Por supuesto- afirma el jefe de cuadrilla, sin pensar o saber lo que se debe de hacer para levantar un cadáver. Pero recuerda, que eran los 80 y lo acababa de pedir el capitán de la Benemerita que venía a ser lo mismo que el presidente del gobierno, o más, en una situación así.
Un momento. Para. No te he contado el por qué del título.
Nada más llegar el jefe de cuadrilla dijo: -¿Y la cabeza?
-No hay cabeza- respondes tu.
-Estará más arriba- indica por el cauce del arroyo seco en donde se ha quedado enganchado el cuerpo. -Ahora bajo- y se dispone a buscarla.
Ríete de los del CSI. Veinte minutos más tarde baja comiendo avellanas (había muchos avellanos en la zona) y con una bolsa blanca de supermercado colgando del brazo.
Sí, en la bolsa viajaba la cabeza dando bandazos.
Al llegar a vosotros, saca a cuatro pelos dientes de oro y os la muestra.
-Estaba ahi arriba- señala. -Esta dentadura ya no le va a hacer falta. Igual me sirve a mi para cuando sea viejo- dice hablando para sí mismo mientras intenta sacar la dentadura postiza de su alojamiento.
Todo muy lógico y a ti, con 10 años te parece entre gracioso y normal. Tampoco te he dicho que prendida del cinturón de cuero marrón había una funda para gafas y en su interior viajaba una montura de oro con cristales rotos.
¿Cómo se baja un cuerpo semi descompuesto desde la ladera del monte hasta el pueblo? Pues por partes. La cabeza en la bolsa para cabezas del jefe de cuadrilla y el resto del cuerpo en una improvisada parihuela, hecha con cuerdas y varas de avellano.
Hasta aquí todo bien. Ahora trata de imaginarte lo que ocurre al mover un cuerpo en descomposición. Te lo digo. Lo que ocurre es que los fluidos, que estaban quietecitos, se mueven. Y al moverse dejan salir el aroma a putrefacción que te va a a compañar no sólo en el descenso, sino en los próximos meses de tu vida.
Ya sabes, es de esas fragancias que no se olvidan fácil. Duran en la memoria más que el primer beso o el primer polvo.
Para concluir. Imagina llegar a una campa al lado del pueblo y posar el cadáver para que de inmediato 15 perros se abalancen sobre él para comérselo. Todo muy normal. Custodia de cadáver perfectamente custodiada.
Un rato después llega el señor juez y hace una pregunta estúpida: -¿Quién les ha mandado mover el cuerpo?
Los adultos se miran, alguien dice: Capitán. Y no pasa nada. Eran los 80, yo tenía 10 años y es una de las muchas cosas raras que he visto o vivido.
¿Por qué te cuento esto? Para que me conozcas un poco mejor y no te sorprendas de mi peculiar humor cuando hables conmigo (si llegas a contratarme para algo). Porque tiendo a tomarme todo con humor y te recomiendo que hagas lo mismo.
Imagina si fueras 4 pelos, gafas y dientes de oro. Unos 3 meses antes tendrías preocupaciones y puede que ansiedad. ¿Para qué? Para terminar así, sin preocupaciones y sin ansiedad.
Todos terminaremos así (seguramente no de un modo tan abrupto), por lo que te recomiendo buscar el modo de vivir sin ansiedad, sin depresión, con ganas de vivir y de acumular historias.
Si quieres puedes hablar conmigo de ello, porque tengo una rara habilidad para esas cosas.
Buenas noches.