Mail diario #11

Mira.

Yo soy una persona que en lo referente a la comida soy un absoluto todoterreno y un todoterreno bastante insensible (en lo que se refiere al gusto).

Te explico. Me maravilla le gente (como mi amigo Edu) que con nada más probar un plato te sacan todos los sabores habidos y por haber, con sus matices concretos, que para mí no existen.

Por contextualizarlo, por ejemplo con Edu me ha pasado muchas veces. Como probar una salsa para el pulpo a la brasa (que estaba de muerte en Ferrol) y luego copiarla en su casa tal cual.

O en una marisquería (donde nos tangaron) decirle a la camarera que el arroz tenía estarlux, concretamente esa marca. Y he de decirte que por la cara de la mujer, lo clavó.

Para mí la cosa es más simple. Los platos están buenos o muy buenos, me gustan más o menos y es extraordinariamente raro que algo no me guste.

Si quieres experimentar en la cocina y obtener halagos sinceros, soy tu hombre.

Eso sí, no te pases con la sal. Tengo una cruzada contra la sal (ya te contaré por qué y está relacionado con mi abuelo), así que como sin sal o casi sin sal, depende del plato.

Pues a lo que viene esto es que cuando ya llevaba viviendo un tiempo con mi entonces novia y ahora mujer (hay que vivir previamente en pecado para saber dónde se mete uno), ella (mi novia) le escucho decir a mi madre:

-A Sergio (yo) de pequeño le encantaban los sesos.

Ya sabéis que en cada casa hay unas costumbres o platos más o menos típicos. Pues los sesos eran típicos en mi época o en mi casa (porque en la de mi mujer no) y creo que fue por un pediatra.

Sí un pediatra, de pago, que se llamaba Aparicio. Era un hombre muy majo y parece ser que le dijo a mi madre que los sesos de cordero eran muy buenos, porque contenían esto y aquello y eran buenísismos para el desarrollo cerebral (lo que ha quedado demostrado conmigo).

Y claro, si un médico le decía eso a mi madre, pues ella lo aplicaba sin preguntar (y lo sigue haciendo más o menos, según le de).

Y mi fantástica novia tomó la decisión de darme la sorpresa (vaya si me la dio) de ponerme sesos rebozados, como los que me hacía mi madre.

Pero, siempre hay un pero. Adriana no sabía cómo se cocinaban los sesos rebozados. Así que tras comprarlos le preguntó a madre.

-Nada, muy fácil. Le quitas las meninges, los pelas y los pones rebozados con harina y huevo. Son muy fáciles de cocinar- le dijo su madre.

Pues dicho y hecho. Mi ahora mujer los preparó y repartió a porciones iguales, mitad para mí y mitad para ella. Mi porción la dejó en la nevera y la suya se la llevó a la guardia de emergencias.

Yo, que soy con la comida como ya te he dicho, ataqué el plato con ilusión, como siempre. Y no identifiqué que eran sesos rebozados. Ni por la forma, ya sabes que los rebozados se parecen mucho. Ni por el sabor. Lo encontré un poco duro y por lo demás jugoso, así que bien.

Ella en el trabajo, le dijo a la médico que estaba con ella de guardia que tenía sesos para comer.

-Sesos, ¡qué ricos!, me encantan- le dijo la médico de emergencias.

-Pues yo lo veo y me da un asco que no sé si comerlo o tirarlo- replicó mi novia.

-¿Cómo te van a dar asco?

-Pero si en rodajas y rebozados quedan muy jugosos, mujer- rebatió Ines mientras se disponía a abrir la nevera.

-¿Rodajas?- preguntó Adriana que no había escuchado aquella palabra en las instrucciones previas de su madre.

-La madre que te parió, cómo no te van a dar asco así- dijo su compañera al ver la bola rebozada encima de un plato en una balda de la nevera.

Ahora te darás cuenta de que a poco que te esfuerces con la comida, conmigo triunfas.

¿Y por qué te cuento todo esto?

Pues porque hay muchas personas que tienen prejuicios que les complican la vida (pueden ser de todo tipo) y todo eso es perfectamente modelable o modificable. Y sí, podremos hacerlo con mi rara habilidad.

Así que si quieres cambiar algo en tu modo de ver el mundo, puedes escribirme a mi Whatsapp o mail y hablarme de tus objetivos.

Tel y Whatsapp: +34 645 17 78 73

Mail personal: sergio.alava@sergioalava.com

Buenas noches.

Sergio.