Cómo tener mucha fuerza de voluntad

Tener o no tener fuerza de voluntad para algo puede parecer una configuración personal inamovible. Pero en realidad no lo es. Todos podemos acceder a cantidades ilimitadas de esa fuerza. Aquí te explico como fuciona.

La fuerza de voluntad es algo que parece que unas personas tienen en abundancia y otras carecen de ella.

Pero la única realidad es que todas las personas tenemos la misma cantidad de fuerza de voluntad y esta cantidad es absolutamente ilimitada.
¿No te lo crees? Bueno, pues hablemos un poco de ello.

Seguro que tu, tienes mucha fuerza de voluntad para unas cosas y para otras no tanta o ninguna en absoluto.
Por ejemplo, si te apasiona el fitness seguramente no te suponga ningún problema llevar una dieta estricta y entrenar acorde a un plan metódico. Eso es un ejemplo de fuerza de voluntad. Si te cuesta levantarte pronto cada día eso se denomina falta de fuerza de voluntad y tienes un episodio de este podcast dedicado a ello.

Los ejemplos son interminables. Estudiar de forma regular, leer, escribir, ensayar, entrenar, terminar trabajos mucho antes de la fecha límite, ajustarse a una dieta, felicitar los cumpleaños en el momento en que suena el recordatorio o nos acordamos de ellos, organizar, ordenar, limpiar, barrer, repasar, revisar, arreglar algo que lleva mucho tiempo estropeado, ir de compras, etc y etc.

Seguro que algunos de esos ejemplos te son sencillos de hacer y otros te suenan insufribles o nada apetecibles.

Para otras personas serán otros los ejemplos fáciles y otros los difíciles ¿por qué? La respuesta no es específica y está dividida en diferentes factores. Uno de esos factores será la recompensa percibida o el posible perjuicio percibido. Otro será la motivación detrás de cada acción y por supuesto otro factor será el hábito que haya o no de hacer ese algo.

Hace mucho tiempo, investigando sobre esto descubrí diferentes textos, algunos de principios del siglo XX que describían la fuerza de voluntad como una reserva inagotable dentro de cada persona. Todos los textos decían de una forma o de otra que solo había que acceder a ella, a duras penas al principio y luego de forma sistemática y metódica.
Hablaban también del reto más importante a la hora de desencadenar la fuerza de voluntad y este no era otro que el de dar el primer paso.

El primer paso o ponerse en marcha, es lo más difícil en esencia. Yo mismo lo he comprobado en mí mismo durante décadas. De hecho me definía como incansable a la hora de trabajar en algo, pero que me costaba ponerme a ello. Dicho de otro modo, cuando quería o tenía que hacer algo, no encontraba el momento o quizás lo esquivaba. Pero una vez que me ponía a ello era imparable.

Durante mucho tiempo pensé que esto se debía a mi condición personal y que esto no les pasaría a otras personas, al menos no a tantas. Pero una vez más, la investigación sobre el tema me abrió los ojos y resultó ser que en realidad es lo que le pasa a casi todo el mundo con las tareas menos apetecibles. Dar el primer paso, empezar, ponerse a ello, tomar las riendas, llámalo como quieras, es siempre lo más difícil.

Una vez más el por qué no es sencillo de explicar.

Tener que salir de nuestra zona de confort momentánea es uno de los factores poco apetecibles aquí, pero cuando esa zona de confort se rompe una vez, se debilita como por arte de magia y romperla en la siguiente ocasión será más fácil y así sucesivamente si la acción se repite con regularidad.

La base detrás de esto es que nuestro subconsciente comienza a sintonizarse con la nueva tarea y trata de encontrar el balance o equilibrio adecuado, para adaptarse al nuevo hábito que se está formando. Por que sí, una vez más hablamos de hábitos y estos son un fuerte pilar debajo de toda fuerza de voluntad.

Esto lo he experimentado conmigo mismo en muchas ocasiones, pero te voy a hablar de dos casos concretos donde tuve que construir su correspondiente fuerza de voluntad para cada uno de ellos.
Lo hice ya hace años, y los fui adaptando hasta lo que hago cada día en el momento actual. Primero tuve que sembrar la semilla de cada hábito y luego regar cada uno con su correspondiente motivación.

Por aquel entonces mi hora de despertar estaba entre las 8 y las 8:30 de la mañana. Nada reseñable, lo sé. Me levantaba y estudiaba por un tiempo indeterminado cada día, en función de mi carga de trabajo. Esto por supuesto no era lo más eficiente del mundo, pero era mejor que nada. Por lo que decidí darle un par de vueltas de tuerca.

Por un lado quería que mi tiempo de estudio fuese más amplio, por lo que decidí levantarme cada día a las 7:30 de lunes a domingo. También se que no es nada espectacular si te dedicas a la panadería, a la pescadería, a la radiodifusión, al transporte y a un sin fin de profesiones donde madrugar es un imperativo, pero a mi me servía en inicio para mejorar lo que hacía hasta ese momento.

Lo siguiente que quería hacer era mejorar mi nivel de lectura en inglés, por lo que opté por algo bastante radical, leer el 50% en español y el otro 50% en inglés. Sabía que eso me ralentizaría mucho al principio y por un tiempo indeterminado, pero quería hacerlo, así que me puse a ello. Compré varios libros en inglés e hice la sugestión correspondiente para levantarme a las 7 y media de la mañana cada día.

Como había sospechado la lectura en inglés se me resistía, pero incluso más de lo que había previsto.

Por lo que debía acudir al diccionario de forma constante para aumentar mi vocabulario. No recuerdo con exactitud el promedio pero dado que por norma leo 3 libros al mismo tiempo, creo que terminaba dos en castellano por cada uno que finalizaba en ingles.

Eso estaba lejos de mi objetivo del 50% pero no me pareció un mal inicio. Con el tiempo el ritmo de lectura en lengua inglesa mejoró ostensiblemente, lo que por qué no decirlo me reconfortaba gratamente y por fin llegué al objetivo de leer el 50% en inglés.
Aun así mis 2 nuevos hábitos empezaron a flaquear ya que yo quería más o mejor dicho necesitaba más.

Al principio hice un esfuerzo para establecer cada uno de los hábitos, después el esfuerzo dio sus frutos y me encontraba agusto. Mi recompensa era el aprendizaje, me encanta investigar y aprender con el objetivo de mejorar, esa fue mi principal motivación al principio y seguía siéndolo después.

El problema era que leyendo solo el 50% de mis lecturas en inglés notaba que ya no forzaba lo suficiente la máquina y que empezar a las 7:30 se me quedaba corto muchos días por motivos laborales. Así que unos meses después de haber iniciado estos dos hábitos hice los ajustes definitivos que he mantenido hasta hoy y con los que estoy muy satisfecho.

Decidí por un lado pasar a leer el 100% en inglés, salvo que el texto original fuese escrito en castellano, algo que no es muy frecuente en mis lecturas, pero que de vez en cuando ocurre. Por otro lado, ajusté la sugestión de despertar a las 6:30 de la mañana, para seguir despertándome a mi hora objetivo despejado y sin emplear despertador.

Estos nuevos ajustes necesitaron mucha menos energía que los primeros, es decir la fuerza de voluntad necesaria fue mucho menor. Primero porque el cambio era necesario para cumplir mis objetivos internos y segundo porque sólo era un ajuste sobre lo que ya estaba haciendo.

¿Qué quiero decirte con estos ejemplos?

Simplemente que tú también puedes usar tu fuerza de voluntad y recrearte en los resultados. Cualquiera puede.
Pude abandonar al principio cuando leer en inglés me resultaba tedioso y lento, pero quería mejorar y disfrutar del resultado.

Igual que pueda querer abandonar quien decida comer menos cantidades y vea pequeñas mejoras o incluso ninguna en la báscula, al principio. También estará tentada de abandonar la persona fumadora que decida dejar el hábito y las situaciones asociadas con el tabaco le reclamen un cigarrillo aquí y allá.

Ten en cuenta esto: Siempre que haya que emplear una buena dosis de fuerza de voluntad habrá luchas mentales dentro de tu cabeza. Te intentarás sabotear desde dentro, es un hecho que se repite de forma sistemática en los inicios.
Así que te voy a dar dos trucos sencillos y efectivos.

El primero es empezar por objetivos sencillos, donde la fuerza de voluntad a emplear sea poca y poco a poco ir escalando a objetivos mayores.

El segundo y el más importante de los dos es aplicable sobre todo a los retos más difíciles y es donde te va a ser de más ayuda. Consiste en empezar por el final. Es decir, antes de iniciar a esforzarte por aquello que quieras conseguir hacer. Antes de empezar a usar tu fuerza de voluntad, haz una lista de los problemas y los retos mentales a los que tendrás que enfrentarte.

Escribe esa lista. Escribe todo eso que tanto consciente como subconscientemente te vas a decir. Escribe los problemas que te vas a encontrar y tendrás que afrontar. De ese modo será mucho más difícil que caigas en tus propias trampas y en tus propias excusas.

Ahora que sabes cómo funciona la fuerza de voluntad empieza por algo pequeño. ¿Quieres ir al gimnasio cada día? Pues empieza justo por eso mismo, obligate a llegar hasta la puerta cada día y ya allí decide si entras o no. Pero es obligatorio llegar hasta la puerta cada día.

¿Quieres dejar de fumar?

Empieza por quitarte uno o dos cigarrillos en momentos concretos. O ponte una hora de inicio de tu hábito algo más tardía o pon una hora límite en la noche.
Sea lo que sea que quieras conseguir o acometer, empieza por poco y ve sumando después pequeños pasos, pequeños avances, te aseguro que así sí lo conseguirás.

 

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Sergio Álava
Sergio Álava

Experto en comportamiento
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